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viernes, 10 de marzo de 2017

LA VERDADERA VIDA A BORDO DE UN GALEON

    "...Samuel Johnson resumió perfectamente este sentimiento: «Ningún hombre se hará nunca marinero si encuentra alguna manera de que lo envíen a prisión. Pues la vida a bordo de un barco es ni más ni menos la de una cárcel, con el riesgo añadido de morir ahogado». Y era, efectivamente, una vida de una inimaginable brutalidad; el catálogo de sus horrores es interminable: la desagradable fetidez (a bordo del Batavia no había, para más de trescientas personas, más que cuatro letrinas, dos de ellas a cielo abierto y directamente barridas por el rocío del mar; solo la élite de la gran cabina tenía derecho además a un servicio de orinales), la promiscuidad, la falta de aire y de espacio, la perpetua humedad, el calor, el frío, las ratas, los parásitos, la mugre (para economizar el agua dulce, los marineros se veían obligados a veces a lavar su ropa blanca con su propia orina), los víveres estropeados, enmohecidos o rebosantes de gusanos, el agua estancada, la grosería de los compañeros de a bordo, la ferocidad sádica de la disciplina, la amenaza perpetua y aterradora del escorbuto, que hinchaba y podría las carnes de sus víctimas, transformando estas en cadáveres ambulantes antes incluso de rematarlas (a bordo de los navíos que hacían la ruta de Insulindia el escorbuto se llevaba una media de veinte a treinta hombres por viaje)"

Reproduccion de un velero en el puerto de Goteborg, Suecia
LOS NAUFRAGOS DEL BATAVIA, Anatomia de una masacre, de Simon Leys

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