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martes, 11 de diciembre de 2012

HACIA UNA MONTAÑA EN EL TIBET, de Colin Thubron





    Este libro tiene un poder excepcional sobre el lector. La última obra del famoso escritor y viajero inglés (con mas de 70 años), que se encuentra desde hace unos meses en las librerías destila varias características: una narrativa compleja, veraz, profunda y muy bien contada (para la revista Time, uno de los 50 mejores escritores ingleses del género que sea); un inteligente descubrimiento de un entorno geográfico (el Kailash, el Tibet) como algo más que turismo o deporte, sino también como cultura milenaria y extraña al occidental (budismo, hinduismo, la religión bon); y una introspección como viajero de todo ese paisaje, tan onírico y austero, tan lleno de formas y colores inauditos, que contempla sin renunciar a sus propias emociones, algo poco habitual en sus libros (rememorar a su padre, que trabajó en la zona cercana de la India, a su madre de muerte reciente, a su hermana fallecida joven, viene a ser su particular aportación a una religión y un mundo donde la muerte, y El Libro de los Muertos, está muy presente. El autor es agnóstico).
    Como suele hacer, el autor se prepara durante meses los viajes para exprimir las posibilidades que ofrecen y ahondar en aquellos temas que más le intrigan. No podemos llamarlo ingenuo o fácilmente entregado a la causa, porque no deja pasar (y experimentar un poco) la pobreza de la gente conforme se dirige desde un valle del Nepal al Kailash cruzando la frontera china, o el trabajo de la insidiosa policía china frente las concentraciones religiosas y los extranjeros, las flaquezas de los monjes (peleas y gritos porque vieron en TV perder al Manchester frente al Barcelona en la final de la Champions League, monjes que se escapan para casarse, etc). Entran en escena el frío, el efecto de la altitud (hasta 5600 durante la peregrinación que rodea el monte sagrado, es decir la Kora), y el encuentro con tantos: monjes de tal o cual escuela budista, peregrinos hindús o budistas. Algunas de las ventajas de leer a Thubron es que estos hombres a lo largo del viaje cuentan con voz propia, y además las descripciones de ellos y los paisajes, monasterios, etc. son muy adecuadas. Con ellas se puede apreciar la sensación de soledad en el lugar, pero no de desamparo, por ejemplo. El paisaje realmente se funde con los mitos religiosos, un sincretismo entre el panteón budista e hinduista, que el autor trata de desvelarnos poco a poco porque durante la peregrinación, que supone varios días, se visitan 4 monasterios (todos ellos de reciente reconstrucción porque la Revolución Cultural acabó con ellos y miles más por toda China; de unos 6000 en el Tibet, solo dejaron 13), cuevas, piedras singulares, cauces y lagos que tienen un lugar y una historia importante que contarnos acerca de un Buda o un demonio, un lama o un yogui, un chaman ancestral o una bodhisatva.
    El libro empieza cuando una avioneta le deposita en Simikot, a 2700 m de altitud, en una de las regiones más atrasadas, Humla, de atrasado país que es Nepal. En seguida se choca con la huella maoista reciente, la de una guerrilla que dejó atrás 13000 cadáveres nepalís antes de entrar en sistema político vigente. La excusa del viaje, llegar a la Kora que es circunvalar en peregrinación el monte más sagrado del planeta para millones de personas, el Kailash, de cuyas inmediaciones surgen 4 de los ríos más poderosos geológica y culturalmente del mundo: el Indo, el Ganges, el Bramaputra y el Sutlej. Esta en el místico reino de Shabala. En torno a él gira el universo. Esta prohibido escalarlo y no se conoce quien lo haya intentado de verdad. Es un lugar de difícil acceso y los chinos lo han tenido tradicionalmente prohibido desde el s XIX a los extranjeros; entre 1962 y 1981 prohibieron las peregrinaciones  Desde 1993 se permite la entrada de senderistas, habitualmente grupos, bajo la condición de un permiso especial. Thubron mantiene entrevistas con abades de monasterios budistas (Monasterio de Muchu, de Yalbang, Shepeling, etc) para contarnos como los monjes y los habitantes de los valles intentan ir a las ciudades u optar por vidas más cómodas, la decadencia de las costumbres budistas, cómo se extiende el contrabando por la frontera y también la corrupción. Así cruza el puerto de Nara (4500 m) y llega al puesto fronterizo de Hilsa. Desde allí tiene el lago sagrado de Manasarovar y en la lejanía el Gurla Mandhata (7600 m), lugares todos donde habitan dioses. Pero la influencia del Kailash se extiende por todo el arte del sureste asiático. En este monte se esparcieron una parte de las cenizas de Gandhi. La Kora empieza en Darchen, entre banderas de oración, estupas y largos manis. Una vez completada, la vida del peregrino queda limpia de pecados, mejora la suerte,  pero también se busca liberar de una enfermedad al ganado, la expulsión de los chinos, tener un coche o tener más suerte en el sexo.
    Desde que el jesuita Desideri viviera alli entre 1715 y 1721, el recelo contra los occidentales llevó a prohibir la presencia de misionera ya en 1745. William Moorcroft y Hyder Hearsey entraron disfrazados en 1812. Londres prohibió también entrar allí pero en 1904 invadió el Tibet. El sueco Sven Hedin recorrió toda la región. El tono melancólico, casi elegíaco del relato, la fuerza del paisaje y la profunda inmersión cultural hacen de esta lectura un viaje  particular de la mente sin que te desplaces.
    Una entrevista reciente a Colin Thubron en El Pais a raíz de este libro.


Hacia una montaña en el Tibel, de Colin Thubron en RBA Libros, SA, año 2012. 250 páginas.

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