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martes, 8 de noviembre de 2022

MI UCRANIA, de Victoria Belim

MI UCRANIA, de Victoria Belim

Victoria Belim nació en Ucrania, de donde emigró a EEUU a los 14 años. Después se instaló en Bruselas e inició una serie de viajes a su país natal a partir de 2014, con la invasión rusa de falsa bandera ya iniciada. El libro responde a una preocupación: la de perder sus recuerdos, lo que quedaba de su familia, su trozo de patria a manos no sólo del invasor, sino de los efectos tiempo que borra lenta pero inexorablemente el pasado conforme van muriendo nuestros padres, abuelos y bisabuelos. Belim rescata estas cosas con su personalidad más original antes de que Putin saque a pasear su propio ejército sin ocultarlo en 2022. Es lo que quiere dar al mundo de primera mano, las sensaciones de su abuela, de su vecina, de primos lejanos en otra localidad, de un taxista o de una bolillera ante las inquietudes del presente y los recuerdos de la URSS. Por eso, de forma recíproca, la gente le pregunta a ella: ¿Cómo se vive allí en Bruselas? Claro, el contraste con occidente es brutal. 
El libro, sin pretenderlo, nos ofrece una historia familiar de Ucrania desde 1900, fecha del nacimiento de Nikodim, un hermano de su bisabuelo, hasta nuestros dias, ya que si bien no sigue un orden cronológico, ella lo va contando conforme se va enterando de cosas o las recuerda: la explosión de Chernovil, la colectivizacion agraria, etc. La accion es escasa en el ir y venir por las antiguas casas ocupadas y posteriormente vendidas por la familia. El tiempo de Victoria Belim se pasa en discutir con la abuela, conocer a quien le pudiera dar noticias del paradero de Nikodim, cultivar paratas y blanquear los troncos de los cerezos de la huerta con cal, recordar las circunstancias del suicidio de su padre en Estados Unidos, etc. El hilo conductor de toda esta amalgama es la impresion que causa en el animo de Belim, un vaiven de emociones que alcanza su punto álgido cuando cae en sus manos lo que realmente paso con este pariente, no excesivamente lejano para ella.
Es la excusa para ir conociendo capitulos de la historia ucraniana. Por ejemplo, la gente de la calle recuerda la colectivizacion agraria de Stalin y la hambruna que provocó. Las delaciones entre vecinos que se habían llevado bien toda la vida por culpa de este Holodomor. Las desapariciones, ejecuciones y otros castigos de la época... las historias familiares que permanecen muy sepultadas entre los recuerdos de la gente mayor porque eran hirientes o incluso traumaticas. Aún así, hay gente que todavía cree en Stalin, tema con el que comienza, y acaba, Belim su libro. 
Me quedan claras dos cosas: que a la gente de la calle se la ha llevado a luchar, en estos momentos, contra sus vecinos de la otra parte de la frontera sin motivos evidentes porque se sabían todos muy próximos culturalmente; se conocian de sobra. Es algo que hace unos días le escuche también a Svetlana Alexiévich en una entrevista. Lo otro es lo profundamente agraviados que se sienten muchos por el régimen soviético a un nivel difícil de superar. También está la escasa confianza en los distintos gobiernos de Kiev, pero eso es algo típico de países que funcionan mal (no hay que irse hasta Ucrania para verlo). La burocracia ucraniana es hija legítima del barullo podrido e ineficaz de las oficinas de la antigua URSS.


Queda esa sensación apremiante de que "esto se acaba" cuando lees que los jóvenes de los pueblos se largan si pueden y los mayores plantan patatas en sus huertos porque ahora, como hace 50 o 100 años, tal vez sea lo único que tengan para llevarse a la boca en los proximos meses. Belim se mete en la vida de gente bastante pobre y esa es la fuerza del relato porque es auténtico: ella es de allí, está allí, habla su lengua, vive con su familia y sus amigos. 
En la poca acción que alberga el libro, hay tres catalizadores de lo que ocurre: la abuela de la autora, Valentina, en cuya casa se hospeda y quien le transmite los principales recuerdos de familia; y la Casa de los Gallos, el nombre con que se conocía a la casa de la KGB en su pueblo (Poltava), y donde esiguen estando los archivos de la gente y de lo que les hacían, incluso si los hacían desaparecer. Archivos de de la policía secreta soviética que hereda la actual República de Ucrania del mano del actual USB. Un lugar de tan malos recuerdos que aún lo evita la gente. El lugar donde la autora va a buscar a su tío bisabuelo desaparecido en 1937: Nikodim. 
El tercer catalizador de la narración es el huerto de Valentina, todo el tiempo y pensamientos que le dedican. El significado profundo que contiene en una sociedad agraria y más pobre que las nuestras del mundo occidental, rico e industrial 
En la recta final del libro, la autora recibe en sus manos el informe desclasificado de Nikodim, donde se explican muchas cosas del presente de Victoria Belim, de su familia y de la actual Ucrania. Baste decir que es un ejemplo perfecto para ilustrar el Ministerio de la Verdad orwelliano, y que las peroratas rusas actuales para justificar la guerra parecen sacadas de estos informes infames; mentiras y verdades retorcidas. El aroma de todo el libro responde al clima internacional actual: no esta escrito para los ucranianos, esta escrito para el resto. Putin era funcionario de ese mundillo opresor. Son importantes los libros acerca de la historia de la URSS, del KGB, de Stalin, etc. Pero no olvidemos que si son importantes, lo son en la medida que arruinaron la vida de millones de personas, y este es un ejemplo palmario de que lo que paso en los años 30 del siglo pasado.  Tiene resonancias muy fuertes en las vidas particulares de la gente comun en la Ucrania del siglo XXI. Por supuesto, es otro acierto del libro. Cuando leamos cronicas actuales del conflicto, tener esta lectura como referencia puede iluminar un poco mas la realidad.
Una reseña mas en EL PAIS  
Una entrevista a la autora en ELLE y en HUFFINGTON POST

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