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miércoles, 5 de diciembre de 2018

UN HUMANISTA EN LA POLÍTICA. HAVEL, de Michael Zantovsky

UN HUMANISTA EN LA POLÍTICA. HAVEL, de Michael Zantovsky

    "... indudablemente Havel empatizaba con la enorme liberación de energía juvenil que represento el año 1968, puede que admirara el 'carácter intrínseco -fuerte, pero en ningún caso fanático-, de las manifestaciones contra la guerra, y regreso de Occidente con una permanente fascinación por el rock and roll y los músicos de rock. Sin embargo, no hay pruebas de que defendiera, ni entonces ni después, el acceso a la libertad a través de la violencia, de las visiones alucinatorias o del sexo libre, que llevaron a todo tipo de extremismos a tantos jóvenes estadounidenses y europeos. Apoyaba  su derecho a manifestarse y a protestar, de la misma forma que le desagradaba su violencia sin sentido, su destrucción gratuita y sus cerebros embotados. También lo asombraba que la gente pudiera soñar con introducir voluntariamente el mismo tipo de sistema doctrinario y tiránico que él y sus compatriotas se afanaban por desmantelar justo en aquellos momentos.

    De hecho Havel era un candidato a revolucionario que dejaba mucho que desear, lo que puede que tuviera cierta influencia en el carácter aterciopelado de la única revolución en la que llego a involucrarse directa y memorablemente. Lo único que tenía en común con los revolucionarios era el impulso interior que le confiere a un hombre la energía para hacer cosas extraordinarias. Sin embargo, al mismo tiempo su fuerte sentido del orden y la armonía era totalmente incompatible con la tendencia revolucionaria a desbaratarlo todo, su elevado umbral de tolerancia hacía de él un recluta poco idóneo para formar parte de una falange sedienta de sangre, y sus extraordinaria amabilidad y cortesía lo descalificaban a la hora de mostrar a sus enemigos el rostro vengativo de la revolución. Soy demasiado educado para ser un buen disidente, admitía unos años después. Su sentido de la introspección y de la reflexión sobre la vida, también muy acusado, hacía que siempre dudara de sí mismo y de sus propios móviles, y lo mantenía a salvo de adquirir la dureza requerida para llevar a cabo una revolución violenta. Por debajo de todo, había una carencia aún más profunda para un revolucionario. Havel no tenía, ni jamás desarrollo siquiera, un concepto del Enemigo. A lo largo de las décadas de su crítica contra el régimen comunista, Havel siempre se esforzó por plantearla en forma de diálogo, en el que se tomaba muchas molestias para intentar comprender, en vez de demonizar, los móviles de sus interlocutores y, a ser posible, siempre intentaba concederles el beneficio de la duda. Más tarde ese enfoque llego a ser un tanto polémico, cuando tuvo que vérselas primero en calidad de líder de la Revolución de Terciopelo y después como presidente de su país, con la naturaleza asimétrica de las relaciones políticas. El hecho de que él no reconociera enemigos no significaba que él y la revolución no los tuvieran. Su postura dio lugar a que lo acusaran de ser muy blando con los exponentes del régimen anterior, o incluso de que podría existir alguna connivencia secreta con ellos. Por otra parte, su falta de ardor por la justicia revolucionaria indudablemente contribuyó a que los checos y los eslovacos evitarán el derramamiento de sangre, las humillaciones públicas y los demenciales juicios populares, como el que condenó al matrimonio Ceausescu a morir ante un pelotón de fusilamiento en Rumanía"

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