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jueves, 22 de noviembre de 2018

ALEMANES CULPABLES.. LOS ASESINOS ENTRE NOSOTROS, de Simon WIesenthal

ALEMANES CULPABLES.. LOS ASESINOS ENTRE NOSOTROS, de Simon WIesenthal

    "Wiesenthal recuerda muchas veces su primer paseo como hombre libre después de vivir cuatro años entre alambradas. Era un cálido día de primavera del mes de mayo de 1945, a los diez días de haber sido liberado del campo de concentración de Mauthausen, Alta Austria. Débil todavía y un poco aturdido por el desacostumbrado esfuerzo, se llegó hasta el pueblo vecino andando. Los labradores trabajaban el campo, jugaban los niños, los pájaros cantaban. A menos de un kilómetro y medio de los horrores de la cámara de gas, el campo parecía un idilio de paz bucólica. Nadie demostraba ni curiosidad ni simpatía. Sintiéndose Wiesenthal muy fatigado, entró en una casa de campo y pidió un vaso de agua. Una robusta y bien alimentada campesina le trajo un vaso de zumo de naranja.
  —¿Se pasó mal allí dentro? —le preguntó, señalando vagamente en dirección de las bajas edificaciones grises que se veían más allá de los bancales.
    —Dese por satisfecha de no haber tenido que ver nunca ese campo de concentración por dentro.
    —¿Y por qué iba yo a tener que verlo? —contestó la mujer—. Yo no soy judía.
    Wiesenthal pensó en el incidente aquél mucho tiempo. Años de adoctrinación habían convencido a la mujer de que en la tierra había dos clases de personas: Las que como ella estaban para vivir y las razas «inferiores» destinadas a la muerte. Wiesenthal no tardó en descubrir que muchas personas bondadosas habían sufrido la infección de teorías nazis. Cuando alguien, sin ser preguntado, le decía que «no sabía nada de todo aquello» o por propia iniciativa declaraba que «había salvado a judíos», Wiesenthal se ponía furioso.
    —Si hubieran sido efectivamente salvados todos los judíos que me dijeron haber salvado hubiera habido más judíos al final de la guerra que cuando ésta empezó. Tampoco podía creer a aquellos que trataban de convencerme de que no se habían enterado absolutamente de nada. Quizá no supieran toda la verdad de lo que ocurría en los campos de concentración. Pero casi todo el mundo había notado algo después de que Hitler invadiera Austria el 11 de marzo de 1938. Nadie podía dejar de ver cómo los SS de negro uniforme se llevaban a los vecinos que resultaban ser judíos. Los niños volvían de la escuela diciendo que a sus compañeros de clase judíos los habían expulsado. Nadie podía dejar de ver las esvásticas en los escaparates rotos de las tiendas judías saqueadas. Nadie, tampoco, podía ignorar los escombros de las sinagogas que fueron quemadas la noche del 9 de noviembre de 1938[4]. La gente sabía lo que ocurría, aunque a muchos les diera vergüenza enterarse y prefirieran mirar a otra parte para no ver demasiado. Soldados y oficiales con permiso, procedentes del frente del Este, hablaban muchas veces de las matanzas de judíos que habían tenido lugar allí. La gente sabía mucho más de lo que admitía saber y es por esa razón que tantas personas acusan hoy ese sentimiento de culpabilidad."
La campiña junto a Mauthausen

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