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jueves, 25 de junio de 2015

VIAJE A SAMOA, de Marcel Schwob
   


    "En todas partes del mundo hay devotos de Marcel Schwob que constituyen pequeñas sociedades secretas", escribió Jorge Luis Borges.

    Sea como fuere, ya antes de su viaje a Samoa este francés (Chaville, 1867-París, 1905) contenía en sus entrañas el germen de su temprana muerte y el veneno que lo iba a impulsar a un viaje agotador durante muchos meses a pesar de esa delicada salud. Ese veneno era su relación epistolar con R L Stevenson, quien había elegido el paraíso de Samoa para acabar sus últimos días. 

    El famoso escritor escoces murió el 3 de diciembre de 1894, y Marcel, que había recibido su ultima carta pocos meses antes, no olvidó a su admirado amigo. De manera que en octubre de 1901, acompañado de su criado Ting, embarca en el vapor Ville de la Ciotat a ver la tumba de Stevenson al otro lado del mundo. que es Samoa, a donde llega el ultimo día del año tras un montón de peripecias. Son estas las que llenan de color y aventuras las cartas dirigidas durante el viaje a su mujer Margueritte, y son las que engrosan este volumen, de fácil lectura y tamaño tirando a pequeño.
Cingaleses viviendo en el rio, Sri Lanka


    Las virtudes del relato son varias: una, la sinceridad. Es muy típico de viajeros de todas las épocas endulzar los sustos, malos momentos y sinsabores del viaje, a la vez que exaltar hasta el paroxismo los buenos. Marcel se aleja de los extremos al analizar el segundo punto fuerte del viaje, que es la descripción de mundos antiguos en un estado casi incontaminado por los beneficios de occidente. Son territorios colonizados en su mayoría por los británicos. El tercer valor es la concisión y la vivacidad del relato: pese a los más de 100 años que median entre su época y la nuestra, las aventuras de Marcel parecen muy vivas, como si fueran cosa de ayer mismo. Y es que en esto de viajar, arriesgar es siempre un valor al alza y en eso Marcel da muestras palmarias de que no hurta el cuerpo. Esa actitud rezuma en todas sus paginas y es la cuarta virtud de Viaje a Samoa.
Dam Street, Colombo, hacia 1930. Sri Lanka
    Es curiosa la mentalidad clasista del Marcel ya desde el momento de embarcarse en el vapor que cruza el Mediterráneo hasta el Canal de Suez, sus observaciones son divertidas por mordaces con los demás pasajeros.

    "D... es agradable pero inquieto, insoportable y formalista. Me obligó a vestirme para cenar por la noche. El reglamento establece, según parece, que se cene de negro: no tengo trajes negros. Es insoportable esa tiranía..."

    En el golfo de Aden: "Pronto vislumbramos Perim, su fuerte inglés, su faro y sus hangares de carbón. Es una isla llana, alargada y estéril, en medio del estrecho. Apenas una linea verde oscuro..."




    "El horror de un mundo desconocido me rodea; me siento transportado a un nuevo astro". Acababa de llegar a la rada de Djibuti. Diez años antes y hubiera tomado aquel mismo cafe con Rimbaud.

Sigiriya, Sri Lanka
    Uno de los detalles típicos de Marcel es que el hombre observador y critico con lo que ve no se vuelve un bobalicón atrapado por lo exótico del país: "La nación que proclamó los Derechos del Hombre trata a una raza bella e inteligente peor que al ganado en el matadero. Los fustigan, los entregan a otros feroces negros que los meten en prisión para descargarles de los pocos francos que hayan podido ganar, los ridiculizan más que a los esclavos en América. ¡Y es Francia la que da ese ejemplo!"

    Del viaje, caben destacar alguno momentos. Unos son los innumerables días en distintos barcos, "la vida a bordo es monótona, pero me he acostumbrado". Pero cuando hay que cerrar ventanas y escotillas,puede echarle el ojo a un tipo curioso de la tripulación o tiene problemas con las autoridades racistas por su fiel servidor, la cosa es mas entretenida. Momentos singulares depara la estancia en Sri Lanka, con progresiva apertura a esos viajeros a los que todo llama la atención, como ese templo lleno de serpientes o la locura de los monos por los arboles: "Desde hace día y medio he visto tantas cosas que tengo un embrollo en la cabeza. Entre templos hindúes, budistas, jainistas, los tamiles, los cingaleses, los musulmanes y Dios sabe qué, ya no entiendo nada"
Melbourne, 
  "Jen-rikcha por la mañana hasta un templo hindu, de cemento blanco, en una callejuela horriblemente abigarrada. uno de los sacerdotes limpia los clavos de cobre de la puerta: no tengo derecho a traspasar el umbral. En el interior se oye una horrible musica de demonios, hecha con timbales, tantanes, cuernos. Vagamente, entre tinieblas, se ven las formas monstruosamente doradas y rojas de Visnu, de Siva, y del dios elefante Ganesha."
Pricipe samoano Tamasese 
    En el siguiente vapor llega a distintas poblaciones costeras de Australia: Perth ("La desolación de la costa occidental australiana, azotada por este mar frío, es horrible. Si alguien naufraga al pie de estar escarpaduras, estaría perdido sin remedio: desde las rocas hacia el interior es un desierto sombrío donde ni siquiera hay salvajes. Por la noche una enorme luna amarilla arrojaba un manto dorado sobre el oleaje, y el faro de Albany, hacia la medianoche, abría una brecha en las tinieblas"). Pero también Melbourne, Sydney,...
    Y finalmente llega a Apia, en Samoa, una ciudad fundad en 1850 por donde pasan y dejan su huella todas las potencias coloniales. El lugar es casi decepcionante para Marcel, dado que su salud se vuelve muy precaria, apenas disfruta de nada pero es nombrado por el jefe de los nativos como Narrador de Historias. En cuanto a la tumba de Stevenson, ni se la menciona.

    "¡En fin! Todas las historias sobre la belleza de Samoa son mentiras. Pero aprecio mucho a los indigenas".

    Para la vuelta, cambia de planes y vuelve por el mismo camino en lugar de por estrecho de Magallanes. Las ganas de estar de vuelta en casa son enormes, incontenibles. La ultima carta data de marzo de 1902, desde Port Said, en Egipto. 

    "Ante nosotros, el Mediterraneo, amarillo y triste como el mar del Norte, ondea en grandes olas cuya espuma pálida parece clarear la noche".


    Como nos suele pasar a menudo cuando el viaje se acaba, todo pierde color, y es el recuerdo lo que mantiene vivo el viaje. Las coloridas descripciones de islas, costas y ocasos, parecen no morir.

Samoa
    Más allá de Viaje a Samoa, Schwob publicó una serie de relatos, algunos verdaderos poemas en prosa, que no pasaran inadvertidos en famosos escritores posteriores, sino que los desarrollaran en libros famosos. Así, el Libro de Monelle (1894) es precursor de Los alimentos terrestres, de André Gide, y La cruzada de los niños (1896) influye en Mientras agonizo, de William Faulkner, lo mismo que en Las puertas del paraíso de Jerzy Andrzejewski. Igualmente, Jorge Luis Borges escribió que Vidas imaginarias (1896) fue el punto de partida de su narrativa al tomarlo como modelo para su Historia universal de la infamia.


VIAJE A SAMOA, de Marcel Schwob. Editorial Valdemar, 1996. Unas 172 páginas.

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