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miércoles, 3 de julio de 2013

MAL DE ALTURA, de Jon Krakauer

MAL DE ALTURA, de Jon Krakauer


    Hay que tener mucha suerte para ser enviado a una expedición al Everest, subir a la cumbre por una la vía de ascenso en la que hay que hacer cola, sobrevivir a la catástrofe y regresar a casa de una pieza, preparado para dar un campanazo editorial de más de 4 millones de libros vendidos. Esta historia de 1996 es una de las que han contribuido a odiar entre el publico el alpinismo comercial, sin escrúpulos y solo por alcanzar prestigio personal. Asi se toma en demasiadas ocasiones la Cumbre del Mundo, como un galardón mas que distinga a unos sobre otros. Objeto de trofeo en la competición de la vida contemporánea. Jon se incrustó en la empresa comercial que lideró esa catástrofe.
el collado sur

llegando a la cumbre
    Hay montañas que tienen su propia literatura. Los ochomiles son uno de esos retos codiciados por los valores  que siempre ha representado (callando otras muchas miserias) llegar a lo más alto. El Everest, desde Mallory hasta el año 1996 y después, tiene sus propios libros contados por sus protagonistas: Messner, Hunt, Hillary, etc. Lo mejor de los testimonios, los que han venido tras las primeras ascensiones, es que el montañismo es mucho más de lo que en ellos leemos. Lo mejor del montañismo se puede encontrar en infinidad de montañas diferentes por todo el planeta y puede ser siempre una experiencia mucho más gratificante que la ocurrida en una cumbre comercial o de prestigio. El aspecto de reto de la exploración que suponían principio, un reto personal, parece haberse transformado en un reto de competitividad.

primeros auxilios de beck
    Lo que hace singular este libro es que Jon estuvo allí y no se libra de la polémica al dar su versión, aun en contra de otro de los supervivientes, Bukreev. La historia es muy sencilla: hay varias expediciones en el campo base del Everest, por su lado nepalí, dispuestas al asalto a la cumbre. Eso significa pasar de los 5000 m a los casi 8800 m. Como la vía normal es solo una y los días hábiles para subir pocos, todos los que aspiran al éxito se agolpan y deben organizarse para repartirse el tiempo y las cuerdas que previamente se instalan. Se suben tiendas, alimentos, sacos de dormir, bombonas de oxigeno para que el cliente que ha pagado un montón de dolares ascienda a su ritmo con las mayores garantías. Menos cargarlo en brazos, se hace de todo para que el señorito vuelva a su casa y flipe ante la audiencia boquiabierta que lo escuche narrar su gran aventura. Hasta ahí todo bien. Pero hay que tener en cuenta que las agencias comerciales que lo organizan se juegan su futuro si no ponen en la cima a un máximo de gente, a alpinistas que tal vez también ya había renunciado años antes por prudencia. Uno no se gasta 70000 dolares en una compañía si otra tiene mejores registros en ese aspecto. Así que hay que motivar a la clientela para lograrlo aun cuando no tenga mucha experiencia en escalada o en montañas de altitud y cierto riesgo. Si a ello se unen otras expediciones de gente que está mal preparada, con malos antecedentes en su historial, y les sobreviene una tormenta de mil demonios en condiciones extremas, la tragedia esta lista para ser representada: unos mueren irremediablemente, otros mueren por salvar a otros, alguno se salva por suerte o por usar un poco el mero sentido común de la supervivencia, y se da también el caso de que, de repente, en el collado sur, el cliente que había sido dado por muerto se levanta como un ser de ultratumba y comienza a andar. A falta de un montón de dedos, Beck aun debe disfrutar del calor de Texas.


la cima del everest

     Jon llegó a la cima, era de los que iban mejor y pese a todo, la hipoxia que sufrió por no contar con más oxigeno en las bombonas, fue terrible. Las condiciones atmosféricas se volvieron espeluznantes, y los errores a miles de metros tuvieron efectos devastadores. Hubo casos de heroísmo al ayudar a los que peor estaban y casos, como el de los japoneses, en que su sentido del éxito pasaba por dejar en la estacada a los propios y a los extraños. Por eso la empresa de Everest es como la vida misma pero llevada al extremo. Para nueve personas, significó algo peor y definitivo aun a escasos metros de las tiendas. A otros los encontrarían después sentados, a medio camino, lejos aun del Collado.

    Sin embargo, una vez acabado el libro, es inevitable preguntarse si, después de todo, la suerte de Jon para seguir viviendo es capaz de borrar otras penalidades: el remordimiento de poder haber hecho algo más, los problemas matrimoniales que conllevó. El interés del relato alcanza máximos cuando analiza las debilidades de las expediciones y sus lideres (Hall, Fisher, el sudafricano que no lo es o la expedición taiwanesa), cuando pormenoriza en los detalles, en la progresión de cada protagonista escalando y sus circunstancias a veces tremendas. La llegada al Collado Sur (7920m) es penosa, la situación de temperaturas gélidas y vientos huracanados pone a Jon frente a sí mismo: entre sus compañeros, la mayoria mal preparados, él esta solo, se siente solo, sin conexión con nadie de los que acampan para asaltar la cumbre de madrugada. Ninguno irá encordado a otro sino que luchará por su cuenta, con los sherpas más o menos atentos a la progresión de cada uno. Nunca se sintió tan solo. Al fin y al cabo, allí están por el dinero y por competir en mayor prestigio. Los problemas aumentan cuando falla el material, la coordinación de los sherpas, el retraso en el escalón Hillary. Para Jon la sensación de subir con guías es la de que se asegura más el éxito de la empresa a costa de no haber sido nunca tuya la cima por entero, y que se ha dejado llevar mientras otros toman las decisiones importantes. Y eso es un grave error en casos como el de ese día, 10 de mayo de 1996. El drama comienza el viernes, y el domingo empiezan a ser evacuados del Collado Sur. El libro termina haciendo balance personal de la experiencia, de aciertos y errores, de las secuelas entre parientes de los fallecidos y entre los superviventes. En la mayoría de los casos, todo parece estar en la zona más gris.
. En la fila de abajo, a la derecha, la japonesa Yasuko Namba, cliente de AC; el tercero y cuarto por la derecha son, respectivamente, los neozelandeses Rob Hall, dueño de AC y jefe del grupo, y Andy Harris, uno de los guías. El primero por la izquierda es Doug Hansen, otro de los clientes. Los cuatro murieron en el descenso. 

    El libro es muy entretenido, eficazmente contado manteniendo la tensión de un thriller, y  cualquiera puede disfrutar de él aunque no sea aficionado al montañismo pero sí a los buenos relatos porque posee buenos ingredientes: narrador implicado, heroísmo, mezquindad, hechos curiosos, lugar exótico, algo de sentimientos, dilemas éticos (¿intentar salvar a todos o solo a los que tienen posibilidades? ¿quién evalúa esas posibilidades? ¿y si se equivoca?), etc. Ingredientes de la ficción para unos hechos reales según su interpretación. Ya hemos comentado otro libro suyo aquí. Por otra parte, los problemas de masificación y la tensión que genera se siguen repitiendo con cierto parecido en las paredes del Techo del Mundo.
    Este es el trailer del documental producido en 2008 sobre los sucesos.

MAL DE ALTURA, de Jon Krakauer, año 1997. En Ediciones Desnivel desde 2008. 360 páginas.

   

1 comentario:

Uttam Sapkota dijo...

Hola,
Que bien ha escrito un libro sobre su experencia en Everest. Lastima que las expediciones ahora son tan comercializadas. Hoy en dia muy poca gente que suben y llegan al cima tienen la passion de un verdadero montanero. Pero estos picos sigue atraendo muchos aficionados del montanismo y eso es lo bueno.