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viernes, 5 de julio de 2024

LA HERENCIA, de Vigdis Hjorth

LA HERENCIA, de Vigdis Hjorth


El tema de esta novela es como el elefante en la habitación, que todo el mundo ve pero que cada uno ignora a su manera.

Me refiero a las relaciones dentro de la familia,  esas que son como una corriente subterránea tranquila y otras veces suponen un caudal tempestuoso que acaba llevándose todo por delante. En el caso descrito en este libro, apenas hay situaciones intermedias. No es una novela amable con el lector, sino que lo expone a la violencia estructural dentro de las familias, y al drama de los efectos en la salud mental que eso provoca con los años.

Para Bergljot, la segunda de cuatro hermanos (Bard, ella, Astrid y Asa), estas historias no prescriben. No hay reconciliación con la familia si, al menos, no es posible sacar lo que se lleva dentro, aunque no guste ni a una misma contarlo. Escribe su relato con 50 y tantos años, calculo yo, y lleva cortando con la familia desde los 30 y pocos. 

Lo que empieza por un mosqueo de buen tamaño porque a Bard, el mayor de los cuatro hermanos y el único varón, le ningunean parte de su herencia en favor de sus dos hermanas pequeñas, deja a la narradora, la segunda por orden de nacimiento, con el melón de las discordias abierto y rezumando agravios y desacuerdos. Cada hijo a tomado derroteros propios en la vida: el desapego de los dos hijos mayores hacia sus progenitores, las relaciones extraconyugales de algunos personajes y lo problemático de esa situación. Normalmente son mujeres enganchadas a hombres también casados que, pronto se ve, no las aman. Mujeres que desean ser madres para no ser hijas... y cuando consiguen algo de ser mujer, se avergüenzan. Pero la herencia es lo que les reposiciona a todos: muere el padre y el drama alcanza cotas donde casi es imposible respirar el aire familiar.

Con la herencia material va la espiritual, los rencores, los remordimientos y los favores y lisonjas de las hijas hacia los padres para llevarse la mejor parte de la herencia. Está el profundo rencor por asuntos que tardan en revelarse, y que hacen que, por ejemplo, Bergljot no haya visto a su madre en 15 años. Pero también el miedo imposible de controlar ante la posibilidad de una conversación telefónica o un encuentro cara a cara con la madre o el padre. ¿Qué ha pasado para llegar a este punto?

El tipo de expresiones de la protagonista son un poco maximalistas, no suele haber término medio entre estar bien o estar mal. Nos narra, sus miedos e inseguridades, todas su imaginación desbocada acerca de lo que supone que hacen o piensan los demás para perjudicarla. Si hasta entonces su vida ha ido tirando es por su capacidad para reprimir todo esto.

El carácter obsesivo con que Bergljot se lo toma es digno de leerse. Porque todo esto sale de sus recuerdos, es decir, de su mente. Ante la evidente falta de comunicación, de los recuerdos ella obtiene consecuencias bastante discutibles, porque son del tipo que tiende a disculpar los agravios de la familia o a criminalizarles; no hay término medio. Es otra forma de reprimir lo que verdaderamente siente. Porque conforme avanza el libro, resulta que Bergljot tenía razón. Entonces, la clave de esta obra está en la represión que ejercen los demás sobre ella y la autocensura que se impone para no liarla y perder a la familia, padres y hermanos, guardándose una experiencia traumática de relación con sus padres que le obliga a acudir durante años a un psicoanalista.

Hay un punto de inflexión que hace tambalearlo todo: es la muerte del padre, el principal obstáculo en la vida de Bergljot. ¿Qué pasó entre ellos?

El siguiente giro argumental viene con la reunión de madre e hijos, muerto el padre, ante lo que para nosotros es el notario y para los noruegos el auditor: hay un balance de cuentas de la fortuna del padre que Bergljot convierte en un ajuste de cuentas con todos: es decir, al final, la lia. Se ha convencido de que es la última oportunidad de hacerlo tras dar un montón de signos exteriores a su familia durante años de que mantendrá la boca cerrada. Es algo que temen en la familia, incluso sus amigos, que saque a la luz aquello que pasó, por eso la tratan como poco menos una mujer alterada psíquicamente. 

Es un dilema moral gordo y nada raro: ¿tiene derecho Bergljot a pedir lo que pide? ¿Debe exigir un reconocimiento del daño sufrido por su padre cuando tenía siete años? Me gusta por la contestación de la madre, porque ahí queda reflejado el poder tan grande que ejercen los padres sobre los hijos, capaces de culpabilizarlos de sus propios errores como padres para salvar su dignidad sin importarles cómo van a convivir esos hijos toda su vida con esa culpa que no lo es, una culpa que, ni moral ni jurídicamente, se merecen. Esas actitudes de culpabilizar a la víctima, de los padres a los hijos, continúan hasta que una de las partes muere, generalmente los progenitores. Sólo por eso, merece la pena leer este libro. La pelea madre/hija es un buen drama. La manipulación de la madre sobre Bergljot es brutal. Los celos entre hermanos son hábilmente utilizados. 

Incluso sin llegar al sufrimiento de Bergljot, Bard también expone los motivos muy justificados de sus quejas. Ambos viven infiernos propios.

La posición de las hermanas menores depende del humor de la madre octogenaria, por lo que este personaje es central en esta historia con su pasado nada envidiable pero decididamente voluntario. Yo diría que Bergljot siempre pensó aquello de arrieros somos y en el camino nos veremos. Y ése momento ha llegado, o mejor dicho, estallado.

Para justificar todo esto Bergljot hace regresiones temporales a acontecimientos que refuerzan sus malas sensaciones, sus ideas negativas respecto de su familia, y el costo personal que todo esto le ha acarreado. Contado como si tumbada en el diván del psicoanalista estuviera, porque también hay bastante de las teorías de Freud y Jung a la hora de desentrañar el lío familiar. Se interpretan sus sueños, se prefiere a Jung. Los momentos más traumáticos de sus recuerdos se cuentan con una sintaxis levemente diferente, pero si el libro te engancha como a mí, la lectura sigue a velocidad de crucero. Y por salir, sale hasta San Sebastián. Oslo, donde todo ocurre, apenas sale como ciudad: nos sentimos en cualquier enclave de occidente.

Otra enseñanza importante de esta historia: pedir ayuda, hablar con terceros que te confirmen que no estás loca.

El siguiente giro argumental viene por el descubrimiento de una carta del padre. Es entonces cuando también nos enteramos en detalle de eso que cambió la vida de Bergljot desde los 7 años... no hay truculencia ni sensacionalismo, sino empatía por situaciones dolorosas y, lamentablemente, más numerosas de lo que parece. Y por supuesto, Vigdis Hjorth se ha metido en un jardín que casi todos procuran rodear o tocar con un palo largo. Ella lo ha hecho con una novela redonda y casi necesaria.

Como no podía ser de otra manera,siguiendo el curso de una situación así, se contempla la posibilidad del perdón. Pero, tal como están las cosas, y las diferencias establecidas en las conductas, ¿quién debe perdonar a quien? Todos desean ser comprendidos, más que perdonados. Sólo Bergljot es la agraviada y termina el libro expresándolo con bastante certeza en su tercer enfrentamiento, esta vez con su hermana Astrid.

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