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miércoles, 5 de mayo de 2021

 TESTAMENTO DE JUVENTUD, de Vera Brittain

Vera Brittain fue una de esas mujeres que adquirieron una conciencia definida y profunda de todo el inmenso trabajo que tenia su generación por delante para hacer del suyo un mundo mas justo. El mundo del que venia era uno burgués, ingles, victoriano, machista, conservador, militarista y nacionalista. Escritora como primera vocación, fue de las primeras mujeres que accedieron a estudiar en Oxford, cuando se lo permitieron a las mujeres, para sacarse un titulo universitario cuando abandonó los estudios para contribuir al esfuerzo de la Gran Guerra como enfermera en Gran Bretaña, Malta y Francia. Aquello lo cambio todo: murió su hermano, murió su novio, y fue la puntilla definitiva para el mundo decimonónico de sus padres. Volvió a Oxford al acabar la contienda, acabó Relaciones Internacionales e Historia, y a la luz de sus ideales y experiencia, tuvo bastante claro desde el inicio que nunca seria del partido conservador, y se acerco a la izquierda. Trabajó en favor del concierto de las naciones a través de la Sociedad de Naciones, conoció mucha gente rica, pobre, de izquierdas y derechas y fue mas feminista que muchas mujeres actuales.

En su contra, diré que las partes mas sentimentales del libro, las partes dedicadas a las frustraciones sentimentales con su novio me parecen largas en exceso, pero se aguantan (es una objeción tal vez muy subjetiva). Y en su favor diré que me parece un testimonio de la evolución  ideológica y emocional, a través de tantos episodios históricos vividos en primera persona, de una persona del primer cuarto del siglo europeo, muy valido y eficaz para hacernos una idea de lo que pasaba. 

Los últimos capítulos están dedicados a la lucha política contra los carcamales tories. Sorprende la similitud con los debates izquierda-derecha actuales en España: ataques personales, mentiras e insultos por parte de una gente inadmisible. Era gente que no quería oír hablar de igualdad de salarios hombre/mujer, igualdad de oportunidades laborales entre ambos sexos, igualdad de trato en los divorcios, pensiones de viudedad... todo aquello que ahora parece un derecho inalienable (al menos sobre el papel) se debió a gente como Vera Brittain en sus inicios, a exponerse sin dudarlo en la pelea, pero nunca se deberá los carcamales de la derecha que hicieron lo posible porque asi no fuera, y hacen muy poco (junto a cierta parte de la izquierda) para que esos derechos centenarios se queden en papel mojado.

Un libro grueso, de esos que contrastan con las macarradas de supermachote escritas por Junger, y que lo acerca mas al estilo de Adiós a todo eso, de Robert Graves, mucho mas volcado en sus pensamientos y en no hacer del mundo algo mas asfixiante de lo que ya lo era entonces, como lo es ahora.


Escrito al principio de los años 30, llama la atención lo poco que ha cambiado la lucha contra la derecha fascista: ni aun arrastrándonos a dos guerras mundiales, a muertes y tantas calamidades, da la sensación de que vayamos a evitarlo de nuevo; no hemos hayamos avanzado. Los coches van mas rápidos, las vacunas se logran antes, pero siempre queda ese ciudadano dispuesto a putearte porque el estado y sus gobiernos han fracasado en impedirlo, y se han asegurado de que fracasara como preámbulo al fracaso de una sociedad. Vera destacó en su autobiografía sus esfuerzos por aliviar la pesada carga de los mas desfavorecidos en un escenario posbélico y en reflejar la justicia de unas reivindicaciones sociales en las costumbres y leyes de un pais. Porque si una ley no se hace costumbre, por muy loable que sea, no vale nada, y si una de las tantas malas leyes que pululan por el pais no se revisan, denuncian y se sacan de nuestros hábitos, las sufriremos siempre: la clase política es el ese fardo pesado siempre a remolque de las necesidades.

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