JIMI HENDRIX. WHO I AM, de Pete Townshend
"Ver tocar a Jimi en sus primeros conciertos también me planteaba un reto como guitarrista. Jimi tenía los dedos ligeros y experimentados de un concertista de violín; era un auténtico virtuoso. Aquello me recordaba a papá y sus prácticas incansables: todo el tiempo que pasaba para alcanzar un nivel en que la velocidad de la interpretación pareciera difuminar las notas. Pero había algo más en Jimi: había abrazado el blues con el gozo trascendente de la psicodelia. Era como si hubiera descubierto un nuevo instrumento en un mundo nuevo de impresionismo musical. En el escenario desplegaba todo ese poderío y virilidad, pero sin atisbo de violencia.
Era un intérprete hipnótico. Dudo un poco al describir lo extraordinario que era verlo actuar, porque no quisiera que sus legiones de jóvenes fans sintieran lo que se han perdido. Todos nos hemos perdido algo. Yo me perdí a Parker, Ellington y Armstrong. Y si uno no vio a Jimi en vivo, sin duda se perdió algo muy, muy especial. Verlo en carne y hueso evidenciaba que se trataba de algo más que un gran músico. Era un chamán, al tocar parecía que un brillo luminoso y colorido emanara de las puntas de sus dedos largos y elegantes. Cuando fui a verlo tocar, no tomé ácido, ni fumé o bebí, de modo que puedo informar en honor a la verdad de que obraba milagros con la Fender Stratocaster, que tocaba invertida (Jimi era zurdo).
Después de ver a Jimi en vivo, me costaba disfrutar de las grabaciones, que palidecían en comparación. Las excepciones eran «All Along the Watchtower» y «Voodoo Chile», ambos temas de una sesión de 1968. Eddie Kramer había sido el ingeniero de sonido de todos los discos de Jimi, pero las sesiones de Electric Ladyland fueron las primeras, en Nueva York, donde Jimi y Eddie sintetizaron aquella sonoridad etérea indefinible con que los poderes chamánicos de Jimi podían expresarse finalmente en vinilo."
No hay comentarios:
Publicar un comentario