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jueves, 7 de diciembre de 2017

GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

FRENTE REPUBLICANO EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Estuve en la villa de Fraga, que contaba con diez mil habitantes. Los anarquistas habían quitado a todos el dinero y lo habían sustituido por unas cartillas que daban el derecho a comprar mercancías por una determinada cantidad de pesetas a la semana. Los cafés estaban abiertos, pero no se servía nada; simplemente, uno podía sentarse un rato y luego marcharse. Un médico me contó que había querido encargar en Barcelona un libro de medicina; el presidente del comité le respondió: «Si demuestras que el libro es imprescindible, te lo imprimiremos aquí, tenemos una imprenta. No tenemos relaciones comerciales con Barcelona». En Pina también se abolió el dinero y se estableció un complicadísimo sistema de cartillas; había cartillas que daban derecho a cortarse el pelo y afeitarse. Muchos miembros de esos comités eran sinceros y entusiastas, pero sabían poco de economía. En el pueblo grande de Membrilla (La Mancha), los anarquistas, una vez abolido el dinero, declararon que cada familia, de media, constaba de cuatro personas y media, y por consiguiente, para simplificar la burocracia, cada familia recibiría víveres para cuatro personas y media.
    En una pequeña ciudad de Aragón el comité decidió llevarse las vías del ferrocarril, dado que los habitantes lo utilizaban poco y el humo de las locomotoras envenenaba el aire. Los anarquistas en el frente, al enterarse de esta decisión, se inquietaron: tenían que recibir víveres y municiones de la retaguardia; las vías no fueron arrancadas.
    Nosotros organizábamos sesiones de cine tanto en las plazas —una pared blanca servía de pantalla— como en una iglesia que de milagro permaneciese intacta, o en los comedores. Los anarquistas adoraban Chapáiev. Después de la primera velada suprimimos el final de la película: los combatientes jóvenes no podían aceptar que Chapáiev muriese. Decían: «¿Para qué vamos a combatir si los mejores mueren?». Stefa traducía el texto; a veces la interrumpían exclamaciones del tipo: «¡Viva Chapáiev!». Recuerdo que una vez un anarquista gritó: «¡Abajo el comisario!», y todos se pusieron a aplaudir. Por enésima vez comprendí que el arte apela ante todo al corazón: en la película, Chapáiev es un héroe y Fúrmanov un palabrero.
    No obstante, la película tenía a veces resultados prácticos: en una unidad, terminada la sesión, decidieron ser más prudentes en el futuro y apostar centinelas durante la noche."


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