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jueves, 7 de marzo de 2013

UN VIAJE EN DHOW, LA TRIBU QUE CRUCIFICO A JESUCRISTO Y OTROS RELATOS, de Norman Lewis

    En esta última entrega que la editorial Altair nos hace de las crónicas de viaje de Norman Lewis, estamos ante un libro con menos capítulos que los anteriores pero más extensos, memoralísticos, escritos años después de haber sucedido en algunos casos.

    En el primero ya me convence de que sus flirteos con el servicio secreto para su graciosa majestad británica no faltaron ya que son varios sus empleos de los que se nutren después sus historias. Cabe decir que, como espía, Lewis parece de la clase aficionada. Nunca llegó a la clase 007. Pero para visitar Yemen, y recoger información antes de la Segunda Guerra Mundial sobre el único país que no ha caído dentro de la órbita colonialista europea, le buscaron a él, un tipo más discreto. Los italianos , los espías y los comerciantes de armas se paseaban entonces por el muelle de Aden, al sur de la península arábiga. El se interna ilegalmente por Lahej y conoce al bandido más famoso de la región, El Hadrami, y se lo encuentra en camiseta de deporte y falda escocesa. Lewis describe un mundo decimonónico como el que pudo haber encontrado el poeta Rimbaud en su día: por allí todavía no han visto una cámara de fotos, y la fotografía era una pasión de nuestro autor, así que se dedicó a actividades poco útiles para el Foreing Ofice. Lewis destaca el rigor religioso, la austeridad y el silencio del paisaje. En el viaje de muchos días en dhow le acompañan Farango, el verdadero espía  y su reclutador Stevens. La experiencia es dura por las condiciones del barco, pero allí aprende a conocer a los yemeníes y sus supersticiones, al capitán que dirige la oración, al guerrero, al traficante de armas averiadas. Tras una tormenta desembarcan en la isla de Karmaran, un paraíso natural muy duro para habitar, donde nos describe la vida de los recolectores de perlas. Finalmente nunca podrán entrar en el reino prohibido de Yemen donde ni silbar está permitido. Desde cubierta presencian el degollamiento de un hombre en medio de la multitud de Hodeidah, puerto en que se les niega la entrada,como aviso a navegantes indeseados.

   Pero si de algo parece enamorado Lewis es de Sudamérica. A ella vuelve en los siguientes relatos como Supervivientes, donde se nos presenta a los indios huicholes de México de la mano del padre Ernesto y el chaman Ramón Medina Silva. Su arte pictórico es una de sus singularidades; el afán proselitista de la religión que conlleva a su vez un exterminio de una  cultura secular, es la amenaza. Además, durante la visita un asesinato se cruza en su camino. En el capítulo titulado La tribu que crucificó a Jesucristo la insidia de las organizaciones religiosas para captar prosélitos en la selva venezolana alcanza cotas bastantes malévolas, hasta el punto de hacerlos sufrir con la creencia de que sus antepasados fueron los que crucificaron a Jesús para inculcarles un concepto que ellos no tenían en su vocabulario, el de culpa. Las empresas comerciales para el reparto de la Amazonia están detrás (la famosa internacionalización de estos últimos tiempos). Se trata de manejar espiritualmente a los indios para utilizarlos y expulsarlos, si consiguen sobrevivir. Lewis lo resume muy claro para cualquier conflicto: mientras el blanco tiene libertad de culto, a los indios se les niega. El los acompaña a sus aldeas y constata lo difícil que lo tienen para vivir sus creencias entre misioneros. Hasta los garimpeiros eran más tolerantes. En La quema de los árboles, Lewis elabora un informe sobre los usos de las multinacionales como Volkswagen de las concesiones de trozos de selva: tala indiscriminada, agotamiento de tierras, expulsión de indios, aniquilamiento de especies sobre un estrato de tierra que se agota en pocos años y no se vuelve a recuperar. Realmente recuerda a esas especies de extraterrestres que narra la Ciencia Ficción, que van de planeta en planeta chupando los recursos de cada uno en los que se establece para, una vez esquilmado, pasar a otro planeta. Pero todavía, los humanos, debemos conformarnos con este, La Tierra. No hay otro planeta que nos espere, así que no podemos escapar de la Amazonia,  ni de Iraq, ni del Congo o Etiopía, ni de España, Kalmukia o Chechenia.

    En el capítulo dedicado a la URSS, Lewis tiene una suerte loca: lo invitan con todos los gastos pagados a ver lo que le apetezca (lo que le apetezca es siempre aquello que no esta atacado por la peste, es decir prohibido a los extranjeros). Así que hace las maletas y se va con su guía Natasha al que se unirá después Vilanski, dos personajes como la eterna discusión de los rusos entre eslavofilos y occidentalizadores. Puestos a elegir, Lewis pide ir a Samarcanda desde Moscú. Desde slli se interna por uno de los parajes más desconocidos hasta el momento, la ciudad de Tashkent, la estepa de Sholdava y la fiesta de la Princesa Caballo.

    El libro acaba con una entrevista de Albert Padrol al autor en 1998. Recordemos que Lewis murió en 2003 a los 95 años. Si pensamos que nació antes de la Gran Guerra, que padeció sus efectos, se crió en ese tobogán de los felices años 20 y los desastrosos años 30, que vio desmoronarse el colonialismo británico desde entonces, la pérdida de esos valores y la emergencia de otros, desde Mata-Hari a los Beatles, de Glen Miller a los U2, la II Guerra Mundial, el Telón de Acero que parecía no acabar nunca, y su caída... ¡Y estar allí para verlo, para contarlo en primera persona! Hace años leí la autobiografía de un personaje semejante, François Rene de Chateaubriand, que fueron sus Memorias de Ultratumba (altamente recomendables, 2300 páginas). Pensé entonces que la suya era una de las vidas más completas que habían existido: desde el antiguo régimen del reino de Francia hasta 1848. Ante sus ojos pasaron la revolución francesa, Napoleón , la restauración, más revoluciones, incluida la norteamericana, y los países de oriente; la alta política. Pero ahora veo que Lewis es de la misma intensa estirpe. Solo puedo decir de muchas cosas que me hubiera gustado conocer, que él, Lewis, estuvo allí para contármelo a mi. A ti. A todos. Un tipo enclenque pero fiel a si mismo, sacando partido de lo que la vida le ofrecía en cada minuto, dispuesto a hacer lo que mejor sabía y mostrarlo al mundo. Un viajero, un periodista y escritor de gran sensibilidad por la diversidad, por las personas y su entorno, lo que las mueve, con un inusual sentido común. Aquí enlazo con una dirección que espero algún editor contemple: estaría muy bien contar en nuestras bibliotecas con este libro.
    Es la biografía de nuestro hombre.

UN VIAJE EN DHOW, LA TRIBU QUE CRUCIFICO A JESUCRISTO Y OTROS RELATOS, de Norman Lewis, Ed. Altair, colección Clasicos Heterodoxos, 2001 en la version inglesa, 2012 en la española. 167 páginas.

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